En breve será socialmente aceptable dedicar a la realidad virtual y aumentada el mismo tiempo que destinamos hoy al Smartphone. Se imaginan ¡Una comida con amigos y que cada uno, con sus gafas, esté en otra parte!
Poco a poco, la realidad se ha devaluado. La vida a dejado de ser bella e interesante. Preferimos realidades alternativas, sin siquiera intentar exprimir la biológica.
De niño pasaba todo el tiempo posible en la calle, jugando, peleándome, haciendo el gamberro… Llegaba a casa agotado, a menudo con arañazos y heridas… pero deseando que el día siguiente fuera otra aventura.
Hoy, los niños, desde muy pequeñitos, viven pegados a una pantalla, juegan con amigos a través de la red y, cuando están juntos, siguen pegados al móvil o la tableta. Ya no hay heridas, los arañazos son psicológicos. Este ensimismamiento digital y una alimentación sobre procesada favorecen la obesidad. Dicen que esta generación será la primera que tenga una esperanza de vida menor que la de sus padres, por el aumento exponencial de la diabetes.
Vaya por delante que soy un usuario apasionado de la tecnología y creo que sin ella no hay futuro. Además, tengo la certeza de que la realidad virtual y aumentada mejorará determinados aspectos de nuestro trabajo y nuestras vidas. La gran cuestión es qué tiene la vida real para que no nos guste.
Mi opinión es que vivimos un proceso de idiotización progresiva. Los impulsos vitales básicos: la comida, el abrigo y la reproducción, han dejado de serlo. Desde las cavernas la vida era una carrera por etapas, animada por ilusiones, ambiciones y logros… que derivaron en la creación artística, la ciencia, la técnica, la filosofía, el progreso… El estado de bienestar ha creado la ficción y la falacia de que ya no hace falta pelear por nada: todo nos será dado, eso sí, en una vida estándar y anodina. La felicidad, como la suerte, hay que trabajarla, pero eso supone un esfuerzo y no se está por la labor.
Sigo creyendo que la mejor realidad virtual es la que podemos crear con herramientas tan sencillas como la imaginación, la fantasía, la ilusión, los sueños, incluso, las ensoñaciones … que utilizamos desde hace millones de años para visualizar una idea, una vida o un futuro mejor y luchar por hacerlos realidad.