Haciendo cuentas el otro día, calculé que de las compras online que he realizado en el último año, salvo algunas apps, software de suscripción y alguna «compra privé», la gran mayoría las hice a través de Amazon. Y esto a pesar de que, cada vez más, se pueden encontrar precios similares en otras plataforma online, pero la «inercia Amazon» -y su excelente servicio- te arrastra y acabas cayendo en sus redes. Tras estas reflexiones, poco profundas, he decidido tratar de repartir mis compras y no seguir alimentando, por defecto, a la bestia.
Valorada en 150.000 millones de dólares, Amazon es una empresa apasionante, pero queda por ver cómo afectará a nuestras vidas a corto y medio plazo. Estamos poniendo, mansamente, todo los huevos en la misma cesta, entregando parte de nuestras vidas a 3 o 4 mega monopolios digitales globales y estoy convencido de que tarde o temprano nos arrepentiremos. Amazon Go es un aviso y también Amazon Flex, con repartidores autónomos con coche propio a 14 euros la hora. De nuevo se plantea el dilema sobre si somos ciudadanos o meros consumidores.