

Leer es una capacidad exclusiva del ser humano que nos ayuda a conocer el mundo, a vivir otras vidas, a soñar, a manejar el lenguaje, a expresarnos mejor, a disfrutar… sin embargo todo indica que cada día está más en desuso. Casi el 40 por ciento de los españoles no lee libros, según el último estudio del Gremio de Editores.
La lectura tiene “mala prensa” en nuestro país quizá porque se piensa que supone un esfuerzo –nada más lejos de la realidad- y aquí somos poco dados al esfuerzo.
Se trata de un problema de enfoque, eso sí, arraigado en nuestros genes.
No se leen libros, ni en papel ni electrónicos, tampoco se leen periódicos, y probablemente se dejen de leer hasta los tuits. ¿Qué nos pasa con la lectura?
Hay quien piensa que la culpa la tienen las nuevas tecnologías, pero no es justo. El problema está en el sistema educativo y en las familias. La televisión, la tablet o el móvil han sustituido al chupete y hoy nuestros adolescentes van con estos chupetes.
Una sociedad que no lee está menos formada e informada, es más inculta, más frágil, más manipulable, está más desprotegida, es menos competitiva y más pobre. Hemos perdido la “sed de saber” y eso se paga.
Los medios de comunicación son las otras víctimas del proceso. Los periódicos están en peligro de extinción, los digitales no recuperan las audiencias del pasado, y los informativos de TV y radio se ven desplazados por las plataformas de cine a la carta y por spotify. Cada vez son más las personas que se “enteran” de las noticias sólo a través de Facebook y Twitter, dos plataformas que se han convertido en los mejores canales de intoxicación “informativa”.
Tenemos un problema y la solución la tenemos que poner nosotros. Debemos ser disruptivos y cambiar esta inercia fatalista, revolucionar la educación, rediseñar la familia, redefinir el conocimiento, restablecer valores denostados y desterrar otros recién llegados. La otra alternativa es una sociedad fracasada.