Con apenas dos semanas de diferencia he «chocado» en la TV con dos documentales de Docustar -uno en La Otra de TeleMadrid y el otro en DMAX- donde se interpretaba la historia de aquella manera. Uno hacía un repaso rápido de la historia del mundo y al pasar por el Imperio Español cifraba todos sus méritos en el oro robado a los indígenas del Nuevo Mundo. El otro hablaba de la conquista del Perú y de la extrema violencia, avaricia y maldad de los españoles, equipados con las armas de destrucción masiva de la época.
En ambos el rigor histórico -apoyado por una dramatización simplista- brillaba por su ausencia y lo primero que me pregunté fue ¿quién había elegido semejantes productos y con qué criterio? Desde hace años el juicio del pasado desde una visión actual está reescribiendo la historia de manera falaz y un ejemplo lo tenemos en casa en algunas de las interpretaciones de Ley de Memoria Histórica.
Un su magnífico libro “Imperiofobia y leyenda negra”, María Elvira Roca Barea explica con detalle qué y quienes están detrás de las leyendas negras. En todos los casos hay un interés por desprestigiar a la víctima, una voluntad decidida y un trabajo sistemático en su construcción y mantenimiento. Hoy las leyendas negras encuentran su mejor vehículo y respaldo en los medios digitales. De alguna manera, el complejo histórico que sufrimos los españoles, ese sentimiento de culpa, esa percepción de carencia democrática, tiene su origen en estas leyendas negras sucesivas. Lo más paradójico es que hoy se producen en casa. Están en los libros de texto de muchas de las autonomías, en los nacionalistas, en los populistas, en la progresía acomplejada, empeñados todos en derribar el régimen de 1978.